Arquitectura y Medio Ambiente. ¿Una contradicción?

Por Pedro Alcocer.

Recientemente nos preguntaban en una charla sobre el proyecto de Anillo Primavera, cómo es que dos arquitectos empeñaban tanto esfuerzo, tiempo y energía en la conservación del medio ambiente a través de la propuesta de protección para un Área Natural Protegida, cuando la industria de la construcción, según datos de la SEMADET producen más del 50% de la huella de carbono que genera Jalisco a partir de de procesos de deforestación para la obtención de materias primas como hierro, un alto consumo de energía a través producciones industriales de materiales para la edificación, así como la generación de enormes cantidades de residuos.

Se trata de un  cuestionamiento entendido como contradicción que merece una reflexión. Me vienen a la mente algunas ideas.

La primera tiene que ver sobre cómo nos miran al gremio de la arquitectura desde fuera. Lamentablemente nuestras ciudades están creciendo de forma desordenada, generando severos problemas en términos ambiéntales, sociales, paisajísticos, incluso faltándole el respeto a nuestra  historia y patrimonio cultural.  Nuestra tendencia al ensimismamiento no nos está permitiendo ver la dimensión del problema y reconocernos como parte de él. En realidad se peca tanto por acción como por omisión, podemos ser muy conscientes de que la tendencia de desarrollo actual acarreara importantes problemas para las futuras generaciones. Sin embargo universidades, agrupaciones gremiales o grupos organizados en la salvaguarda de la arquitectura, así como individuos interesados en nuestras ciudades y su bienestar, estamos fuera  de la toma de decisiones. Estas las están tomando políticos, desarrolladores, magistrados etc. Con una visión cortoplacista. El tema es que para el resto de la sociedad nuestro lugar está allí, implícitamente  es una responsabilidad gremial conducir la transformación de nuestro entorno hacía mejores condiciones, aun así es una responsabilidad que no hemos sido capaces de asumir.

La segunda tiene que ver cómo estamos afrontando los retos actuales. Mario Vargas Llosa,  hace una reflexión muy interesante de las dinámicas contemporáneas de la producción arquitectónica, en un artículo titulado La Arquitectura del Espectáculo, en la que menciona categóricamente:

 ¨la obra arquitectónica, por ejemplo, pasara en muchos casos a ser poco menos que un autorretrato, una arquitectura de autor, un arte exhibicionista y narciso en el que los museos, al igual que los ministerios, los puentes y hasta las plazas, tendrían la función principalísima de llamar la atención no sobre lo que hospedan sus salones o aquello para lo que se supone fueron construidos, sino sobre sí mismos y sobre la inventiva y audacia de sus creadores

Ésta tendencia, documentada ampliamente por otras voces,  está generando un reduccionismo importante de los problemas actuales. El mundo es complejo y se requieren visiones heterogéneas, sin embargo de nuevo nuestra predisposición gremial al ensimismamiento nos lleva a entender los retos desde un filtro completamente individual desdeñando los ámbitos colectivos.

La tercera tiene que ver hasta dónde llegan los límites de acción la práctica arquitectónica. Durante la historia, esta ha estado vinculada a la generación y transformación de espacios a partir de elementos constructivos. Sin embargo el proceso de artealización* del territorio ha llegado a los lugares más recónditos. En la actualidad existen huellas de transformaciones humanas en prácticamente todos los rincones del planeta y las proyecciones de las próximas décadas no dan luz para pensar en un cambio de tendencia. En este sentido es válido pensar el propósito habitual de la arquitectura a la inversa, es decir, los límites de la arquitectura pueden llegar a plantear la transformación de espacios a partir de la no construcción, con la finalidad generar una sinergia y una serie de relaciones espaciales con lo ya construido. Seguramente si esta mirada se extendiera aportaría a un cambio de paradigma en la cultura arquitectónica.

La cuarta idea tiene que ver hacia dónde va la practica arquitectónica en los próximos años. La generación de arquitectura de calidad pasa por la solución de problemas específicos y concretos. Si el planteamiento de los problemas no está a la altura de los retos actuales, la arquitectura seguirá quedando fuera de la toma de decisiones. Los retos por lo tanto transitan por el entendimiento de problemas, y los procesos de gestión necesarios para su solución. Es decir la práctica de la arquitectura debe poner suma atención a los procesos de gestión, desde dimensiones políticas, económicas, financieras, sociales y ambientales.

El futuro de la arquitectura pasa por entender que estamos al servicio común, una disciplina que puede aportar en la coordinación de una visión en la mejora de de nuestro entorno, sin contradecir el desarrollo y la conservación del medio ambiente.

Aún así los premios y publicaciones, que deberían ser un importante referente de buenas prácticas de arquitectura, en términos generales descontextualizan la obra y se centran en aspectos muy puntuales llegando a la banalidad, siguen festejando obras y proyectos localizados en cercanías con áreas naturales protegidas, en importantes zonas de fragilidad ambiental así como zonas de conflictos medioambientales. No estamos atendiendo la dimensión ética de la práctica. 

La arquitectura históricamente ha desarrollado los instrumentos para responder a los momentos históricos, es labor de todos, entender nuestro momento y evitar generar estas contradicciones, definiendo el rol de la arquitectura en su expresión amplia para la relación armónica entre medio ambiente y entornos transformados.

Imagen. Mapa del Plan para el Boston Metropolitano, de enero de 1.892, que muestra, en color verde, las reservas públicas existentes de espacios abiertos y en color café, las nuevas, propuestas por. C. Elliot.


*Artealización es un término acuñado por el geógrafo francés Alain Roger que se refiere al proceso de de transformación del paisaje a través de actividades humanas.

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